martes, 19 de febrero de 2013

Fe y sentimiento - Torreblanca



A menudo nos preguntan: “¿Qué es la Semana Santa para ti?” Y a menudo contestamos: “Es algo que no se puede explicar”.  La Semana Santa es una compleja amalgama de muchos elementos como la fe, la emoción, la alegría, la pena, el disfrute de los sentidos… Pero no solo de fe. Un buen ejemplo de esto lo vivimos ayer durante la accidentada jornada del Magno Via Crucis.

El Via Crucis cuaresmal de Sevilla se celebra una vez al año con una imagen cristífera, diferente en cada ocasión. Un cristo despojado de su paso, en andas, humilde, invitando a la reflexión profundamente religiosa y mística que tan católica ceremonia promueve. Se trata, en definitiva, de un acto de recogimiento en el que la fe predomina por encima de otros aspectos emocionales o estéticos. Pero en este 2013, el Via Crucis lleva(ba) pasos.

Los pasos, por definición, incluyen en su sevillana (y universal) semántica la fe, la emoción, la alegría, la pena, el disfrute de los sentidos… a partes desiguales. Estos elementos actúan en nuestro espíritu como vasos comunicantes que inundan nuestro ser desde que va llegando la cuaresma y comienza la “armá”, hasta el culmen con la Semana Mayor. Nos deleitamos con los artísticos bordados de la túnica del nazareno, con la orfebrería magistral de Cayetano González, con los sentidos sones de “Virgen del Valle”. ¡Cómo le favorece a mi Virgen el tocado! ¡Qué bello luce su rostro! ¡Con qué arte le cincelaron! No es que estos aspectos empañen la fe, es que los sentimientos se desbordan cuando contemplamos un paso. ¿Eso es malo? ¿Herejía acaso? No, ciertamente. En Sevilla (en Andalucía, en el mundo), ante un paso  los sentimientos multiplican la fe.

El pasado domingo salió a recibir a sus fieles Nuestro Padre Jesús Cautivo ante Pilatos. Fue un sencillo acto de fe, espontáneo, como muchas cosas que pasan en la Semana Santa. Y algo muy serio. El único juego que hubo ayer fue el jugueteo entre la fe y la emoción, tan perfectamente lícito ante un paso cada Semana Santa.

Sevilla, despierta de tus miedos, líbrate de tus ceñidos corsés. Déjate llevar por las emociones y, de la mano de la fe, disfruta de los legítimos sentidos que te embargan al contemplar a ese Jesús que ha venido desde tan lejos para bañar los corazones de fe y sentimientos.



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